Viaje a la Antártida e islas del Sur (II)

Ya es hora de ponerse al teclado de nuevo….Un viaje por el desierto de Tadrart en Argelia y un poco de pereza, ¿porque no decirlo? Me han mantenido alejado del blog. Lo quiero retomar donde lo deje, iba a la Antártida.
Comencé el viaje, como casi todas las rutas hacia la Antártida e islas, saliendo de la ciudad de Ushuaia (Argentina). Se sigue el canal de Beagle y a eso de la media noche, comienza el baile. Mar abierta y oleaje “alegre”, a los que somos de montaña estos nos da más miedo. Unas treinta horas más tarde avistamos las islas Malvinas. No voy a dar datos que se pueden sacar de cualquier libro o de la Wikipedia, prefiero hablar de impresiones, de vivencias…..Las Malvinas, sin ser bonitas, colinas verdes peladas y acantilados, dejan un buen sabor de boca. Un par de desembarcos en las islas próximas a la principal te dan el primer contacto con la fauna antártica: varias clases de pingüinos, gigantescos albatros…..Puerto Stanley, la capital, da para un paseo de 45 minutos, beberse algunas pintas de cerveza y aburrirse hasta la hora de zarpar, poco más. De nuevo en el mar, esta vez la travesía será más larga, casi 48 horas, y más movida, atravesamos la convergencia antártica y esto ya si que son palabras mayores, aquí las olas son de las grandes. Esta es, sin duda, una de las partes importantes del viaje: South Georgia. La navegación se realiza por la costa norte, a sotavento de los vientos polares. La odisea, del omnipresente Shackleton, ha hecho esta isla famosa, pero también lo es, por la cantidad de fauna que en sus playas se concentran, por sus altas montañas de tres mil metros de altura y por la belleza de sus paisajes. Estamos a primeros de noviembre y la temporada está comenzando, el clima nos enseña los dientes en el primer desembarco en Salisbury Plane. El espectáculo es impresionante, y el tiempo no puede ser peor, más de medio millón de pingüinos rey caminan de un lado para el otro, miles de gigantescos elefantes y leones marinos, inmensas colonias de pollos de pingüino, ataviados con sus abrigos de plumas marrones.. durante tres o cuatro horas caminamos sin rumbo por esta inmensa playa, da igual el espectáculo está servido…….
José A. Masiá

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